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El Sonido del Silencio: 1.2.

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Lily-de-Wakabayashi's avatar
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Capítulo 1: Parte 2.

(El link a la parte 1 se encuentra en los comentarios de autor)



Renée Klein miró su reloj, y se sorprendió al darse cuenta de lo tarde que era. Pasaban doce minutos después de las seis de la tarde, y ella tendría que salir corriendo al aeropuerto si deseaba llegar a tiempo. Había sido muy repentina la llegada de su prima a Viena, y Renée ansiaba verla, darle la bienvenida y preguntarle a qué venía ese viaje sorpresivo a Europa, y si todo marchaba bien, pues cuando habló con ella por teléfono, Bianca se escuchaba muy angustiada. ¿Habría pasado algo malo? Renée tenía el presentimiento de que así era, con todo y que Bianca aseguró que tanto ella como su familia estaban bien. Bueno, que ya tendrían tiempo de averiguarlo, la joven no había definido cuánto tiempo estaría en Europa, por lo que Renée suponía que sería por un largo tiempo.

No estaba del todo equivocada, por supuesto, pero de eso ya habría de enterarse después.
Renée llevaba siete años viviendo en Europa, y aunque extrañaba México, se había acostumbrado a vivir en el viejo continente. La joven, artista de profesión, mexicana de nacimiento, hija de un exitoso abogado dueño de su propio buffet, se había marchado de su país cuando se dio cuenta que un artista no tiene futuro en un país tercermundista. Desde niña, Renée demostró tener pasión y talento para la pintura, y en su adolescencia desarrolló habilidades para la escultura. Aunque su padre siempre deseó que su hija estudiara una carrera más estable, algo así como leyes o medicina, no tuvo corazón para decirle que no cuando ella declaró que deseaba ser artista.

La vida de Renée, igual que la de Bianca, era tan normal como cualquier otra; sus madres eran hermanas, de manera que ambas chicas eran muy unidas desde pequeñas, ya que se visitaban constantemente y pasaban juntas sus vacaciones, y como sólo se llevaban un año entre ellas, no existían las diferencias ocasionadas por la edad. Contraria a Bianca, Renée creció en la capital del país, una ciudad con mucho movimiento, mucho ruido y cierto glamour, de manera que ella desarrolló un espíritu más libre y aventurero que el de su prima provinciana. Alegre y soñadora, gustaba de imaginar fantasías que luego plasmaba en sus pinturas o en esculturas, y para muchos era evidente que la chica sería una exitosa artista, algún día, si conseguía superar todas las barreras que presentan los talentosos en un país como lo es México. Su hermano Axel, mayor que ella y flamante estudiante de medicina, siempre la malcrió un poco y la consintió todavía más, pero a pesar de eso, Renée siempre supo mantener su humildad.

Su vida habría podido transcurrir de lo más normal; quizás, a la larga, Renée se habría conformado con seguir una mediana carrera de artista, viajando por todo el país para pintar paisajes, logrando con muchos esfuerzos alguna exposición en una galería de arte, dándose de crítica con los artistas nuevos, para acabar casándose con algún buen joven de brillante futuro que ganara lo suficiente para mantener sus “caprichos de artista”; sin embargo, al igual que como sucedió con Bianca, Renée tuvo un evento traumático que habría cambiar su futuro.

Estando en sus últimos años de educación preparatoria, la joven se enamoró de un muchacho de buena familia, alguien que parecía amarla y adorarla hasta la idolatría, amigo de su hermano, y estudiante de medicina, como él. Renée se había enamorado también, y aunque aún eran jóvenes, algunos amigos pensaban que ellos no tardarían en hacer planes de boda, pues sería mucho mejor para Renée que se casara estando en la universidad, para asegurar su futuro y no tuviera qué preocuparse por el dinero que gana un artista. Renée, cuyo padre ganaba lo suficiente como para no tener qué molestarse por estas nimiedades, no estaba de acuerdo en que se decidiera su futuro de esa forma. Ella era un alma libre y auténtica, y no se veía siendo la rígida esposa de algún profesionista. Jaime, sin embargo, era diferente, pues, aunque también estaba estudiando medicina, no era tan estricto ni tan rígido, y parecía amarla lo suficiente como para no someterla a la tortura de ser una ama de casa frustrada. No podía ser tan malo el tener una vida planeada a los 16 años, ¿o sí? ¿Qué más daba si ella se casaba en la universidad? Mucha gente lo hacía, de hecho, su madre y su tía lo habían hecho, y les había ido bastante bien, ¿cierto?

Un fin de semana, la escuela de Renée organizó un evento nocturno en uno de los mejores antros de la Ciudad de México. Como era de esperarse, la joven y su novio acudieron a la fiesta, acompañados de Axel y su novia, y también por otros amigos, en donde consumieron algunas bebidas alcohólicas y pasaron un buen rato; a la salida del antro, Renée se sentía un poco invulnerable, olvidándose que hay que tener cuidado en una ciudad como lo es la de México, en donde pueden encontrarse a todo tipo de personas. La chica se separó de su grupo de amigos y caminó sola una cuadra más adelante, pensando en que hacía una noche hermosa, y que el smog de la ciudad se había esfumado por un rato, permitiendo ver algunas estrellas. Tan ensimismada estaba en contemplar el cielo que no notó que alguien la seguía. Al principio, ella creyó que se trataba de su hermano, que intentaba hacerle alguna broma, pero pronto se dio cuenta que estaba en un error. Un hombre desconocido sonrió desde la penumbra, acercándose a ella con paso decidido.

- ¿A dónde tan sola, mi reina?.- preguntó.

Renée, demasiado tarde, se dio cuenta que se había alejado demasiado de su novio y de sus amigos, a quienes no veía por ningún lado. Ella comenzó a llamar a Jaime y a Axel a voces, pero ninguno respondió.

- Tranquila, que sólo quiero pasármela bien contigo un rato.- dijo el sujeto, tomando a Renée por un brazo y comenzando a acariciarla.
- ¡Auxilio!.- gritó Renée, presa del pánico.- ¡Ayúdenme, por favor!

La joven hacía todo lo que estaba en sus manos para quitarse al violador de encima, pero éste era mucho más fuerte y pronto la tumbó en el suelo y la sujetó con fuerza con una de sus manos, mientras trataba de desnudarla con la otra. Renée gritaba y se defendía como podía, tratando de impedir que el pánico la dominara. Cuando ya la joven había comenzado a cansarse, y su mente estaba a punto de sucumbir al terror, una mano agarró al violador por la sucia chamarra y se lo quitó de encima.

- Déjala en paz, infeliz.- gritó Jaime, quien había llegado a tiempo para evitar una catástrofe.

Renée, con los ojos llenos de lágrimas, se apresuró a ponerse en pie; Jaime le dijo que se mantuviera detrás de él, y esperaba que el violador se viese obligado a alejarse al verse descubierto, pero sucedió todo lo contrario: el sujeto sacó un cuchillo y se lanzó contra la pareja. Jaime, intentando proteger a su novia, recibió de lleno varias cuchilladas en el abdomen, ante los gritos de horror de Renée, que acabaron alertando a sus amigos. Al ver que las personas que se acercaban pronto lo rebasarían en número, el agresor salió huyendo, sin que se volviesen a tener noticias sobre él.

Jaime cayó al suelo, y Renée se apresuró a socorrerlo, mientras Axel llegaba a su lado, y sus amigos se apuraban a llamar a una patrulla y a una ambulancia. Sin embargo, Jaime sabía que la ayuda no llegaría a tiempo, pues sentía que la vida se le fugaba por los agujeros de su vientre que habían sido hechos por el frío metal. Demasiado tarde se dio cuenta que ya no alcanzaría a tener una vida con Renée, ni con nadie más, y que jamás vería cumplidos sus sueños de ser médico.

- Lo siento mucho.- murmuraba Renée, con los ojos llenos de lágrimas.- No debí haberme separado tanto…
- No desperdicies el tiempo llorando.- Jaime alcanzó aún a secarle el llanto.- La vida es demasiado corta… Vívela lo mejor que puedas…

De la boca del joven surgió un borboteo sanguinolento que le cortaron la respiración y las palabras. Jaime comenzó a exhalar ruidosamente, y su pecho roncó de una forma muy aparatosa.

- No te mueras, ya casi llega la ambulancia.- mintió Renée, mientras Axel intentaba contener la hemorragia de las heridas.- Resiste un poco más, por favor…

Axel se dio cuenta, con espanto, que querer detener la hemorragia con sus manos era como tratar de detener la fuga de una presa con un parche. Pronto, la ropa de él quedó tan empapada como sus manos, y el rostro de Jaime adquirió una palidez mortal. A lo lejos, se escuchaba el sonido de una sirena, pero aún tardaría la ayuda en llegar.

- Vamos, amigo, no te rindas.- insistía Axel, tratando de mantener el control.- Vamos, Jaime, que no queremos perderte.
- Creo que ya es demasiado tarde… .- musitó su novia.- Su pecho ya no se mueve….

Los dos muchachos se hicieron hacia atrás, mientras Renée acunaba la cabeza de su novio, sin dejar de llorar y de pedirle que resistiera. Axel intentó tomarle el pulso en el cuello, y no encontró nada.

- Renée.- la novia de Axel tomó a la chica por los hombros y la separó del ya cadáver.- Creo que no podemos hacer ya nada más por él.

La chica no conservó muchos recuerdos de esa noche; no recuerda qué sucedió después, ni tampoco sabe que la policía intentó interrogarla, sin éxito, y que los paramédicos querían llevársela al hospital para tratar el evidente estado de choque en el que ella se encontraba. Lo que sí recuerda, es que la camioneta del Servicio Médico Forense recogió el cuerpo de Jaime, metido en una bolsa negra, para llevarlo a la morgue. Tampoco se le habría de olvidar la imagen de una mujer de cabello negro y ojos color violeta que los miraba con intensidad desde el otro lado de la calle; Renée podría jurar que Jaime la acompañaba, pero cuando parpadeó y se secó las lágrimas para ver mejor, ambos habían desaparecido.

Después de eso, la vida de Renée no volvió a ser la misma; de ser alegre y extrovertida se volvió callada, melancólica y sumisa. Las horas que no pasaba en la escuela, las pasaba en casa, encerrada en su cuarto, sin hacer nada más que escuchar los discos favoritos de Jaime. Dejó de pintar y de esculpir, y rara vez aceptaba la visita de alguien ajeno a su familia, y la única vez que salió de su habitación para comer con todos fue cuando Bianca fue a visitarla para darle su apoyo. Después de un tiempo, Renée dejó de tener pesadillas, pero adquirió el temor de salir a la calle. Ella sabía que la policía no había encontrado al asesino, y sabía también que no lo encontrarían jamás, así que veía su rostro en cada esquina, en cada rincón, en cada callejuela, esperando y acechando, siempre dispuesto a atacarla. Era tal su miedo que Renée consiguió que su padre la llevara a la escuela todas las mañanas y que una de sus amigas la trasladara de regreso a casa al acabar las clases. Axel, quien también resintió mucho la muerte de Jaime, pudo superar el suceso más fácilmente debido a que su atención y su tiempo fueron consumidos por las clases de medicina.

Tras algunas sesiones de terapia, Renée pudo volver a pintar, y encontró en su pasión la catarsis que necesitaba para superar su trauma; la psicóloga que atendió su caso, además de proclamar que la joven tenía un talento muy evidente, llegó a la conclusión de que sería sano para Renée enfocarse en las actividades que la relajaban, por lo que sería altamente conveniente que ella se dedicara de lleno al arte, con todo y que Renée declaró que dejaría pasar un año antes de decidirse a estudiar en alguna academia o universidad. Sin embargo, poco después de la graduación de Renée de la escuela preparatoria, su madre, Mercedes Galicia, quien trabajaba en la oficina de Relaciones Exteriores, vio una convocatoria para intercambio a una academia de arte alemana, la Escuela Superior de Arte Berlín-Weissensee, y tomando nota de los requisitos, los envió junto con el portafolios de Renée, esperando que ella aceptara la propuesta de marcharse.

- ¿Para qué quiero irme a Alemania, mamá?.- preguntó Renée, indecisa.- ¿Quieres que me vaya?
- No quiero que te vayas, hija, pero… Es evidente que has dejado de ser feliz aquí.- suspiró Mercedes.- Me parte el corazón verte tan triste y tan temerosa. Temo que, si te quedas así mucho tiempo, tu alma tan alegre termine hundiéndose en la miseria. Ya había pensado en mandarte por algún tiempo con tus tíos al Bajío, para que cambiaras de aires y te relajaras un poco, pero ya que se ha presentado esta oportunidad, creo que no deberías dejarla pasar.
- Irme a provincia es una cosa, mamá.- Renée, a pesar de todo, estaba sorprendida.- Irme a otro país, a otro continente, es otra muy distinta. ¿Qué pensará papá de todo esto?
- Ya lo he hablado con él.- respondió Mercedes.- Aunque al principio le sorprendió tanto como a ti, pronto se dio cuenta de que no es una mala idea. Tienes mucho talento, hija, y tú muchas veces has dicho que es difícil que en México progrese un artista. No perdemos nada con haber pedido tu ingreso, y si te aceptan, márchate a Europa aunque sea por un semestre. Si te arrepientes, siempre podrás volver, y seis meses allá te van a hacer mucho mejor que cien horas de terapia con la psicóloga aquí.

Parecía una idea loca, muy loca. ¿Sería una buena opción que Renée se marchara, sola, a otro país, a otro continente, como ella misma lo había dicho? Como no tenía nada qué perder, además de estar segura de que no sería admitida, Renée esperó la respuesta de la academia, puesto que su madre ya había enviado sus mejores trabajos, mientras platicaba con su familia sobre qué sería lo mejor que podría hacer. Edgar Klein declaró que él podría costear la educación de su hija en el extranjero, pero que le preocupaba la posibilidad de dejarla marchar sola; Axel, por estar empezando el segundo año de la carrera de medicina, no era candidato adecuado para viajar con su hermana, pero Mercedes dio la solución al asunto: ella pediría seis meses de descanso para estudiar algún diplomado e irse con su hija a Alemania, para que Renée no estuviera sola durante el proceso de adaptación. Si al final del semestre, Renée tenía deseos de marcharse, regresaría con Mercedes; si por el contrario, la joven se adaptaba a la academia de Arte y deseaba continuar con la carrera, su madre regresaría sola a México, pero con la seguridad y confianza de que Renée se había recuperado.

- Parece una buena idea, mamá.- admitió Axel, quien era el más renuente a aceptar el imprevisto plan.- ¿Qué estudiarás en Berlín?
- Algo encontraré buscando en Internet.- respondió la mujer.- No deben faltar cursos para personas con licenciatura como la mía.
- Esperemos primero a que respondan de la Academia de Arte.- terció Edgar.- Y ya veremos qué hacer a partir de eso.

Para sorpresa de Renée, la contestación de la Berlín-Weissensee llegó dos semanas después, en donde informaban que estaban gustosos de invitarla a un curso propedéutico para competir por una plaza de estudio. Si, estando allá, demostraba que su talento era tal y como lo mostraba en los trabajos que había enviado, podría matricularse sin problemas para el primer semestre. La noticia fue recibida con júbilo por Mercedes, quien nunca dudó que su hija sería aceptada.  

Ya con una posibilidad real en las manos, Renée se tambaleó. ¿Era en serio? ¿De verdad ella se iría a estudiar a Alemania y dejaría todo atrás? Parecía algo irreal, al igual que todo lo ocurrido durante las últimas semanas (de hecho, ella aún esperaba ver aparecer a Jaime, acompañando a Axel, invitándola a salir al cine o a tomar un café), pero daba la casualidad que la oportunidad era tan cierta como el hecho de que ella necesitaba cambiar de aires. ¿Qué hacer, qué decisión tomar? Era un cambio muy drástico el que estaba a punto de ocurrir, y Renée no sabía qué camino elegir. Sin embargo, bien se lo había dicho Jaime en sus últimas palabras: la vida es demasiado corta, vívela lo mejor que puedas. Al final, esto último la hizo decidirse, pues no sería correcto que Renée pasara las horas lamentándose cuando su novio había dado su vida para que ella pudiera tener una vida plena. Los Klein, entonces, apenas y tuvieron tiempo de arreglar todos los detalles, entre que Mercedes solicitó su permiso, buscó información en Internet sobre algún diplomado en Alemania que le sirviera, puso en orden los pasaportes, y tomó algunas clases exprés de alemán básico junto con su hija. En menos de un mes, Renée y Mercedes abandonaron México para aterrizar en tierras germanas.

Contra todos los pronósticos, el plan tan imprevisto había dado buenos resultados; Renée quedó maravillada con la Academia de Arte Belín-Weissensee, y desde que puso el pie en ella, se dijo que tendría que conseguir entrar, a como diera lugar. La cantidad de solicitantes para una plaza de estudio era tal, que sus esperanzas estuvieron a punto de ser reducidas a nada; sin embargo, el tener que esforzarse para conseguir lo que deseaba, hizo que Renée se olvidara de cualquier cosa que no fuera el arte: tenía que comer, dormir, respirar, soñar y vivir por y para el Arte, si deseaba alcanzar su objetivo, y poco a poco, los traumas sufridos en México fueron quedándose guardados en su memoria. Además, ella contaba con el incondicional apoyo de su madre, a quien agradecía sobremanera todo lo que estaba haciendo por ella. Al concluir los seis meses del curso propedéutico, Renée recibió la noticia de que sería aceptada en la Academia, y con su confianza en el futuro restaurada y el corazón tranquilo, le informó a su madre que deseaba permanecer en Alemania. Así pues, Mercedes regresó sola a México, un poco triste por haber tenido qué separarse de su hija, pero mucho más feliz por el hecho de saber que la había ayudado a superar un trago tan amargo.

De todo eso, hacía siete años. Aunque era cierto que Edgar Klein ganaba lo suficiente para pagar la manutención de su hija (y la de su esposa), en Alemania, Renée quiso empezar a disminuir los costos, ya que los materiales que ocupaba en sus clases eran en verdad caros. Así pues, para ganar algo de dinero, Renée empezó a trabajar en sus ratos libres como niñera de algunos de sus profesores, para continuar después como mesera de medio turno en una cafetería cercana a la academia, un lugar en donde trabajaban varios de sus compañeros. Esto último resultó ser un empleo muy útil, pues ayudó a que Renée aprendiera bien el idioma, además de hacer muchos nuevos amigos.

Nueve meses después de su llegada a Alemania, Renée vio un anuncio nuevo pegado en los tablones de notas de la cafetería en donde trabajaba. Alguien solicitaba una estudiante que fungiera de niñera de tiempo completo, durante varios meses, ofreciendo un buen sueldo estable y algunas prestaciones que llamaron la atención de Renée: además de tener gastos médicos pagados, la persona tendría la oportunidad de seguir estudiando, el único requisito que se pedía era que viviera en la casa de los niños a los que tendría qué cuidar, pero eso otorgaba una ventaja adicional, pues la alimentación estaba incluida en el contrato. La joven arrancó uno de los papelitos en donde venía anotado el número telefónico al cual debía llamar para pedir informes, sin saber que ese papelito la habría de poner en el destino de Johann Lorenz.

Fueron muchas la sorpresa que tuvo Renée cuando se entrevistó con la persona que la iba a contratar. La primera de ellas fue que la recibió un joven de veintitantos años, de cabello y ojos oscuros, en un penthouse ubicado en un barrio elegante, quien se presentó como el hijo del presidente de la WaldKrupp, la industria siderúrgica más importante de Alemania; temiendo que se tratara de algún truco para engañarla, Renée desconfió cuando se topó con el joven, temiendo que se tratara de alguna red de prostitución, pero éste de inmediato le mostró su identificación y una tarjeta de presentación de su padre.

- Si tienes alguna duda, llama al número que viene en la tarjeta y te confirmarán mis datos.- había dicho el muchacho.- Además, si fuera un traficante de blancas, no te habría citado en mi departamento, y créeme, te hubiera ofrecido enjuague bucal en vez de una taza de café.

Renée guardó la tarjeta y se dijo, mentalmente, que así lo haría, un tanto ofuscada por la manera tan burlona en cómo le había respondido ese joven. La segunda sorpresa fue que los niños a los que cuidaría no eran familiares del muchacho que buscaba contratarla, ni tampoco vivían en la casa de éste.

- Se trata de cuatro hermanos.- había dicho su futuro jefe.- El mayor de ellos tiene 19 años, pero está lastimado, y se necesita que cuides a sus hermanos menores. No es tu responsabilidad, pero si pudieras verificar que el mayor haga sus ejercicios de rehabilitación, mucho mejor.

La tercera novedad era que ella recibiría su sueldo directamente del joven que tenía enfrente, y que no debía, bajo ninguna circunstancia, aceptar dinero de las personas que vivieran con ella en la casa, ni siquiera del hermano mayor. La cuarta, jamás debía mencionar que el contrato incluía el pago de gastos médicos y de alimentación; su jefe le daría dinero semanalmente para que ella hiciera las compras, sin decir que el dinero no era suyo ni dejar que alguien más pagara por los alimentos, y cuando necesitara ayuda médica, Renée sólo tendría que llamar al número telefónico de su jefe y él correría con los gastos. Y por último, cualquier cosa relacionada a su contrato sólo podría ser aclarada por su jefe y por nadie más; nadie tenía derecho a despedirla, más que ese joven, por más que rabiaran o protestaran otras personas. A Renée todo esto le pareció demasiado extraño, pero dado que el contrato era muy bueno, no dudó en aceptarlo.

“Espero no estar cometiendo un error de los grandes”, pensó Renée, un tanto temerosa. Sin embargo, el joven parecía sincero y bien educado, a pesar del comentario del enjuague bucal. Como él mismo dijo, si ese empleo fuese una trampa, no la habría citado en ese lugar.

- Sólo tengo una pregunta, si es posible que me la contestara.- dijo Renée, una vez que el muchacho acabó de hablar.
- Adelante.- respondió el joven.
- Estos hermanos… Es decir… Deberían de tener padres, ¿cierto?.- preguntó ella.- ¿En dónde están, y por qué usted se está haciendo cargo de ellos? Usted no parece ser tan viejo como para ser su tutor, si dice que el mayor tiene 19 años.
- Los padres de estos chicos están muertos, y yo soy una especie de “protector”.- contestó el joven, muy serio, dándole cierto sarcasmo a la entonación de la palabra “protector”.- Y se me olvidaba, éste es otro requisito indispensable: jamás debes hablar sobre el tema de sus padres, ni mencionarlo con nadie, a menos que alguno de ellos lo saque a colación, en cuyo caso no debes dar a entender que ya lo sabías. ¿Alguna otra pregunta?
- Ninguna.- respondió Renée.- Gracias por contestar.
- Bien, vamos entonces. Todavía falta ver que te acoples a ellos.- puntualizó su fututo jefe.- Si te aceptan, estás contratada.

“¿Si me aceptan?”, pensó Renée, más ofuscada aún, pero siguiendo al muchacho al estacionamiento del edificio. El joven le abrió la puerta del copiloto de un lujoso BMW negro, y Renée se preguntó, una vez más, quién sería ese hombre, y por qué andaba buscando una niñera para cuatro niños que no estaban emparentados con él. Más sorpresa se llevó la chica cuando el joven la llevó a un modesto barrio de la ciudad, deteniéndose en un edificio de departamentos en donde vivían varias familias de clase media. Una vez más, una alarma sonó en su cabeza, y ella temió que, en cualquier momento, apareciera alguien para secuestrarla, pero nada de eso ocurrió. Se había olvidado, una vez más, de que ya no se encontraba en México, sino en Alemania. El joven tocó a la puerta de un departamento, ubicado en el piso más alto del edificio, y abrió una niña de cabello oscuro y ojos azules, quien saludó muy sonriente al hijo del dueño de la WaldKrupp. Antes de que Renée pudiera abrir la boca, una chiquilla rubia de ojos verdes corrió alegremente a brazos del joven, gritando “Vater!!” (“papá”, en alemán). Asombrada por el hecho de que el joven había puntualizado que los niños no eran sus familiares, Renée no atinó a decir palabra, hasta que apareció otro muchacho, más grande que las dos chicas, de cabello oscuro y ojos azules, quien informó que alguien llamado Johann estaba insoportable.

- Insiste en lavarse él solo el cabello, y ahora está cubierto de espuma.- se quejó el chico de ojos azules.- No me deja que lo ayude a enjuagarse.
- Déjalo, le gusta fingir que es un helado con crema batida.- respondió el joven de ojos oscuros.- Traje a una nueva niñera, espero que la trate mejor de cómo ha tratado a las otras.

Renée supo que estaban hablando de ella, así que saludó a los niños; sin embargo, antes de que éstos pudieran responder, desde el fondo de la vivienda llegaron algunas quejas de dolor, hechas por alguien que, seguramente, debía ser Johann. Renée, sin detenerse a preguntar nada, siguió el sonido de los lastimeros gritos y entró en el cuarto de baño, en donde se topó con un atractivo joven semidesnudo, cubierto sólo por una toalla en la cintura, cuyo hombro izquierdo estaba firmemente sujeto por una escayola. Sus ojos verdes analizaron a la desconocida muchacha de cabello castaño y ojos color miel que entró en la pieza como si llevara años de vivir ahí; Renée hubiera podido dar la media vuelta y salir del baño, lo cual habría sido lo más prudente, pero no pudo evitar sonreír al ver que el cabello rubio dorado del joven, cuyos rizos rozaban sus hombros, estaba lleno de espuma y champú a medio enjuagar. Efectivamente, él parecía un helado con crema batida.

- Déjame ayudarte.- pidió Renée, tomando la regadera manual para enjuagar el cabello del muchacho, mientras éste sólo atinaba a mirarla fijamente.- No creo que puedas hacer mucho con un hombro lastimado.

Y fue así como Johann Lorenz entró en la vida de Renée, o mejor dicho, como Renée entró en la vida de los Lorenz. De eso, habían pasado ya, como mínimo, unos seis años, y actualmente, Johann y Renée estaban profundamente enamorados; sin embargo, para llegar a este punto tuvieron que pasar muchas cosas…

El anuncio de que el avión de Lufthansa, proveniente de Frankfurt, había tocado tierra, sacó a Renée de sus recuerdos, y se apresuró a buscar a su prima entre los pasajeros que desembarcaron del avión, unos minutos después. Casi hasta el final, apareció Bianca, con su pasaporte en la mano, lista para entregar la documentación necesaria. Mientras esperaba a que Bianca concluyera con el ritual que debe cumplir cada extranjero que llega a Viena, Renée analizó el estado anímico de su prima; desde el momento en el que la vio, Renée se dio cuenta que algo grave le había pasado a la chica, pues ésta se veía pálida, ojerosa, cansada y muy triste. Independientemente de las horas de vuelo, debía de haberle ocurrido algo a Bianca para que ella estuviera en ese estado de decaimiento. ¿Sería que ella también había pasado por algo que la había obligado a dejar México?

- ¡Nené!.- a pesar de todo, Bianca abrazó muy efusivamente a su prima, usando el apodo cariñoso con el que la llamaba desde niña.- Al fin llegué.
- ¡Qué gusto me da verte, Ratona!.- respondió Renée, usando a su vez el apodo de Bianca.- ¿Qué tal el vuelo? Debes estar cansadísima, y con ganas de comida y un buen baño, ¿no es así? ¿Ya recogiste tu equipaje y acabaste con inmigración? Bien, vamos, tengo qué pagar el boleto del estacionamiento… Espérame aquí un momento.

Mientras Bianca aguardaba por Renée, su cansada vista paseó por el aeropuerto de ese país extraño, en donde se sentía demasiado fuera de lugar. Sus ojos se posaron entonces en un atractivo joven de cabello negro, vestido muy elegantemente, quien tomaba una taza de café, esperando seguramente la salida de algún vuelo; el hombre, imponente y sofisticado, levantó la mirada, y Bianca se sobresaltó al darse cuenta de que los ojos de él, además de ser atemorizantes, eran de un intenso color rojo. Lejos de sentirse incómodo o intimidado al ver que ella lo observaba, el joven levantó su taza y le dedicó una sonrisa, gesto al que Bianca no pudo responder al sentir terror por el aura de poder y fuerza que emanaba de esos ojos.

- ¿Qué sucede, Bianca, qué viste?.- preguntó Renée, a sus espaldas.
- ¡Ah! Es que… ¡Ese joven de ahí tiene los ojos rojos!.- contestó la chica, señalando disimuladamente hacia el sitio en donde estaba sentado el muchacho.- El de cabello negro y gabardina de piel.
- ¿Cuál?.- Renée miró atentamente a todas partes, sin encontrar a nadie que se ajustara a esa descripción.- No veo a nadie.

Bianca miró nuevamente en la dirección en donde se encontraba el joven, pero para su sorpresa, éste había desaparecido.

- Juraría que estaba ahí… Y que sus ojos eran rojos… .- musitó la chica, confundida.
- El cansancio ya te hace alucinar.- replicó Renée.- Vamos, que hay muchas cosas que debes contarme.

Más en lo cierto no podía estar Renée. Mientras las chicas abordaban el automóvil de la artista, el joven de cabello negro y ojos rojos las miraba partir.

- Aprovechen la oportunidad que se les dio.- dijo.- Porque no voy a ser tan generoso si me vuelvo a topar con ustedes.

Las luces rojas traseras del coche se confundieron con otras tantas luces rojas, mientras la Luna se alzaba, majestuosa, sobre el horizonte.

Notas:

- Todos los datos contenidos en esta historia son totalmente ficticios.
- “Los azules” es una expresión popular, muy utilizada en México, para referirse a la policía, cuyos integrantes visten de color azul.
ESTA HISTORIA HA SIDO MANDADA A STORAGE EN SU GRAN MAYORÍA. PARA LEERLA COMPLETA, IR A CUALQUIERA DE LOS DOS ENLACES:

:bulletblue: Wattpad:
 www.wattpad.com/18567567-el-so…

:bulletblue: FictionPress: www.fictionpress.com/s/3092747…


Obra registrada en Safe Creative: www.safecreative.org/work/1904…


¡Al fin! Después de retrasar el estreno de esta historia por seis meses (y tras pelearme media hora con el recochino Deviantart ¬¬), al fin pude publicar el primer capítulo de mi nueva historia, "El Sonido del Silencio" :iconyayzplz:.


Ya que Deviantart no me permite subir el capítulo en una misma deviation por exceder el límite de peso permitido, tuve que publicarlo en dos partes. Ésta es la número dos.


:bulletblue: Capítulo 1 Parte 1: fav.me/d5rqzwk

:bulletblue: Capítulo 2: :thumb351578702:


Mis otras historias: www.fictionpress.com/~lilydewa…
© 2013 - 2024 Lily-de-Wakabayashi
Comments3
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OdetteBr's avatar
como que perdiste "fuerza" en esta parte, la primera fue titanica, a ver que tal los siguientes capitulos C: